by Mari Goyco

A través del “internet” encontré personas que, como yo, estaban interesados en recordar los “pregoneros del pasado”.  Cada cual  escribió de los pregoneros de su pueblo y de lo que podían acordarse.  Don José, que ya cuenta con 80 primaveras, me contó que los pregoneros de su pueblo pasaban por las calles llevando una carretilla hecha de madera, donde llevaban su mercancía.  ¡Cambio chinas por botellas!, se escuchaba con frecuencia ya que por las condiciones del mercado requería que el productor rehusara los envases.  No solo cambiaban chinas, también ofrecía otras frutas como  el guamá, quenepas, y el hicaco.

¡Llevo pasteles calientes de arroz y de masa…!  Los pasteles los traía en dos latones vacíos de manteca, llenos de agua caliente.  Entonces los pasteles venian envueltos en hoja de guineo solamente, y no con papel y una muestrecita de hoja.

Don José y otras personas de su edad también se acordaban del quincallero  el cual vendía ropa, telas variadas, envases para la cocina y artículos de ferretería.  Otro vendedor ambulante era el estirador de colchones de alambre, el paragüero que arreglaba sombrillas, el soldador de ollas y calderos, y el carboneroquvendía carbón de madera y lo traía en bolsas de papel.  Don Luis, de Caguas,  se acuerda delvendedor de mallorcas el cual cantaba una letanía: “la niña que estaba en la puerta, le dice a su padre que salga para que le compre- pan de mayoooo…..rca, el pan”.  También se acuerda del yerbero, el cual llevaba una infinidad de hojas y plantas medicinales en un saco.  También el vendedor de bloques de hielo (de este se acuerda Mami).

En Mayagüez, cuando yo era pequeña, venia el lechero  temprano por la mañana.  El dejaba las botellas de leche de aquellas que tenían una tapita como de cartón y cuando las destapabas podías ver toda la crema de la leche que se había subido a la parte de arriba de la botella.  El lechero se llevaba las botellas vacías con el dinero que se dejaba dentro de una de las botellas.  Por la mañana pasaba Benito el verdulero. Traía frutas, viandas, pescado fresco o carnes ya encargadas por Mami.  Por la tarde venia Rafael el panadero. ¡Panadero…pan caliente!  Además del pan, traía mallorcas, dulce de leche, pasta de guayaba y queso blanco.  Le podías comprar un tres y dos (tres centavos de pan y dos de queso), y lo mismo de pan con mantequilla o pan con mortadela.  Y nos comíamos la merienda con una buena taza de café calientito.  Luego, por la noche, pasaba un muchachito vendiendo maniii….tostao, y lo traía envuelto en un papel de estraza con los lados torcidos.  Los domingos, pasaba el vendedor de ostiones (ostras). Mami le compraba dos o tres docenas para la hora del almuerzo.  Yo me sentaba al lado del señor mientras el abría los ostiones pues siempre me regalaba varios que me comía antes del almuerzo.

¡Que bonito es recordar estos tiempos gratos!  Tiempos que no volverán pero que quedan en la memoria y nos traen recuerdos del ayer y una sonrisa a nuestros labios.

Si algunas de ustedes se acuerdan de los vendedores ambulantes de su pueblo, envíenlo al “Coquí” para incluirlo en la próxima edición.